miércoles, octubre 26, 2005

De Sarmiento a la posmodernidad

Desde hace unos años el tema da vueltas en las redacciones. Cuando los aspirantes al ingreso a la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) fracasan en la evaluación de diagnóstico, cuando llegan informaciones de que en la Universidad Nacional de Rosario los talleristas son incapaces de superar la Instancia de Confrontación Vocacional, en la que deben aprobar exámenes básicos de química, biología y anatomía, ocurre el revuelo y hay una semanita de muchos dimes y te dirés sobre el tema, hasta que surgen noticias de verdadera importancia. A esta altura, en la parte final del ciclo anual todavía estamos a tiempo para mejorar la instancia del próximo año, aunque sospecho que la historia volverá a repetirse, porque el tema se asienta en las más profundas bases de la degradación cultural.

Que la decadencia se empiece a notar en las ciencias y las tecnologías científicas no es una casualidad. El ocaso cultural argentino comenzó en el golpe militar de Uriburu en la década del ’30. Luego, en los ’60 llegó de Estados Unidos una moda que cundió entre los intelectuales vernáculos, tanto de derecha como de izquierda e incrementó la pendiente. El máximo esplendor lo alcanzaron en la década corrupta y hoy, aunque el neoliberalismo está cada vez más lejos de las pampas, cátedras de prestigiosas Facultades siguen respirando el aliento posmoderno. Porque el posmodernismo, digámoslo de una vez, se da la mano con cualquier patrón ideológico.

Aunque la mayoría pasó sin pena ni gloria, algunos de estos pensadores se enquistaron en los círculos del poder académico y no pierden oportunidad de verter ponzoña oscurantista en las venas del Estado, cuyos funcionarios, ávidos de sabiduría superficial al paso, ayudan a diseminar.

Niegan que el progreso sea posible o que la verdad exista. Para ellos la verdad es una simple etiqueta adherida a un texto y en consecuencia no admiten que alguien pueda buscarla y encontrarla; mucho menos que poseerla sea una circunstancia del progreso. Como el asunto de las ciencias es la búsqueda y difusión de la verdad, los métodos del establishment intelectual argentino lograron asestar un duro golpe a las disciplinas científicas, cada vez más lánguidas.

Para ellos, el dislate de un astrólogo por televisión a las tres de la tarde tiene el mismo valor que la publicación del trabajo de un astrónomo de la UNLP, el psicoanálisis vale lo mismo que las neurociencias, la cura chamánica igual que la medicina de transplantes. Entonces, si todo vale, ¿para qué fomentar el desarrollo de la ciencia?, mejor que los científicos vayan a lavar los platos.

El desprecio por la ciencia y la investigación básica medra la educación en su conjunto. Quienes ingresan a los establecimientos educativos no especializados, en cualquiera de sus niveles, tanto públicos como privados, tienen gran probabilidad de salir analfabetos científicos. La sociedad no sabe qué es la ciencia, en consecuencia no la aprecia y muchas veces le teme. Una de las secuelas es que los maestros, por más pedagogía que aprendan, nunca podrán transmitir bien los conocimientos científicos porque les falta la sustancia fundamental.

El moño antes que el regalo, convencer antes que demostrar, análisis de discurso antes que de contenidos, son otras características de la filosofía “relativa”. Las propuestas usuales de la Dirección de Escuelas de la provincia de Buenos Aires es que los educadores participen en capacitaciones sobre las nuevas modalidades pedagógicas y técnicas para transmitir conocimientos. Nuevamente, el texto antes que el contenido o, en palabras a la moda, el significante antes que el significado. No se da cuenta el Estado provincial que en un desierto ni el mejor bombeador puede sacar agua, que se obtiene fresca y cristalina de un aljibe con un balde y una cuerda.

Con el sistema educativo nacional hundido “necesitamos hacer de toda la República una escuela. ¡Sí!, donde todos se ilustren y constituyan así un núcleo sólido que pueda sostener la verdadera democracia”, escribió Domingo Faustino Sarmiento.

2 comentarios:

Claudio dijo...

Hola Victorino. En mi opinión uno de los problemas fundamentales de la educación reside en la fragmentación de niveles. Cada uno de los estratos por los que deben pasar los alumnos está absolutamente disociado del anterior y del siguiente.

Los alumnos deben re-aprender todo o, lo que es peor, olvidar lo que lo aprendido en el paso anterior porque les fue mal dado. Y los Ministerios de Educación Nacional y provinciales se empeñan más en llevarle el apunte a la cosmética de la pedagogía que a los contenidos sustanciales y esto, en parte, es debido a las filosofías posmodernistas que campan en estas regiones.

Tampoco se les lleva el apunte a las ciencias, motor cultural esencial de toda sociedad ilustrada. El esfuerzo por conseguir y enseñar la verdad queda sepultado bajo la perorata de incapaces que es bien recibida por maestros haraganes (los mismos que no asisten a clases porque hay un partido de fútbol por TV).

No me parece una solución la culturalista, por supuesto. Considerar como único problema de la sociedad el cultural es tan miope como pensar que los únicos problemas son los económicos. Sin embargo, un frente que pondere simultáneamente problemas económicos y culturales sería un buen rumbo.

Respecto de la educación me parece que debería considerarse una integración entre niveles en la que, por ejemplo, los profesores secundarios participen de cursos de acutalización en las universidades públicas.

Es vergonzoso que los argentinos no nos enteremos en la escuela de detalle de los resultados logrados por los científicos de nuestro país y sí, en cambio, del largo del río Orinoco.

Anónimo dijo...

Soy "anónimo"... No por querer serlo sino por ignorar el uso de este medio.
Hoy 5/7/06 no hay clases para discutir la nueva ley educativa... Sin que hayamos discutido para qué queremos educación pública.En tiempos de Sarmiento sabían lo que querían: convertir habitantes rurales en urbanos, convertir inmigrantes en Argentinos, etc. Par ello se enseñaba a respetar el horario fijado por la campana con prescindencia de la luz solar (¡casi nada!) y a respetar la maestra aún por encima de las necesidades fisiológicas.