jueves, octubre 20, 2005

Libertad de cátedra

Recorriendo bibliografía me reencontré con "La relación entre la sociología y la filosofía", de Mario Bunge. El tema por el que había llegado ahí es otro, pero al leer las conclusiones del capítulo 10 recordé el post anterior sobre la libertad.

La libertad debe estar asegurada en todos los ámbitos de la actividad humana pero en las Universidades, en tanto motores esenciales del desarrollo cultural, debe ser un tema sagrado. Sin embargo, como decía antes, la libertad hay que ganarla y no todos quienes a la sazón resultan protegidos de abusos políticos internos como externos a la institución hacen algo por defenderla. Comparto, claro, la idea de Bunge de que los charlatanes académicos deberían ser denunciados con todo rigor y energía, porque dentro de las universidades se cuecen los destinos intelectuales de los pueblos y con ellos enquistados en lugares de poder se pierde día a día la posibilidad de descubrir el universo. Tengamos pésimas universidades y recrearemos el medioevo. Y el posmodernismo, con su falsificación del conocimiento, con su intención de hacer pasar lo oscuro por profundo y lo superficial por conocimiento genuino ataca la búsqueda honrosa de la verdad.

El conocimiento superior debe protegerse de falsificadores y Bunge propone el siguiente

Cuadro de derechos y deberes intelectuales y académicos

  1. Todo académico tiene el deber de investigar la verdad y el derecho a enseñarla.
  2. Todo académico tiene el derecho y el deber de cuestionar todo lo que le interese, siempre que lo haga de modo racional.
  3. Todo académico tiene el derecho de cometer errores y el deber de enmendarlos cuando los detecte.
  4. Todo académico tiene el deber de desenmascarar patrañas, ya sean populares o académicas.
  5. Todo académico tiene el deber de expresarse en la manera más clara posible.
  6. Todo académico tiene el derecho de discutir cualesquiera concepciones no ortodoxas que le interesen, siempre que esas concepciones sean lo suficientemente claras para discutirse racionalmente.
  7. Ningún académico tiene derecho a presentar como verdaderas ideas que no puede justificar en términos de la razón o de la experiencia.
  8. Nadie tiene derecho a comprometerse a sabiendas en una industria académica.
  9. Todo cuerpo académico tiene el deber de adoptar y hacer cumplir las normas más estrictas conocidas del saber y el aprendizaje.
  10. Todo cuerpo académico tiene el deber de ser intolerante frente a la contracultura y la seudocultura.
Mario Bunge, 2000: La relación entre la sociología y la filosofía, Madrid, Edaf

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Está muy buena la referencia a los derechos y deberes de los intelectuales, pero me parecen un poco exagerados porque la ciencia va a seguir adelante con o sin posmodernos. Si se paran adelante que se corran, porque sino la ciencia los va a pasar por encima.
No son tan importantes como para vencer el desarrollo de la ciencia, lo único que pueden hacer es un poco de quilombo y charlatanear entre ellos, pero decime ¿cuales son los avances del posmodernismo? Además los científicos no los escuchan y se rien de ellos.

Claudio dijo...

Es verdad, Pedro, que hay cierta inmiscibilidad entre el quehacer científico y el decir posmoderno. Cierto es también que dentro del campo intelectual el posmodernismo no hace mella en la ciencia, aunque existan científicos -y muy importantes- con tendencias posmo.

Pero debes tener en cuenta que esta gente suele encaramarse en puestos de poder político o bien son escuchados por políticos, y es desde allí que hacen el mayor daño, obstaculizando la investigación o desviando los recursos.

Anónimo dijo...

¿Pero cómo es posible que un posmoderno sea director del departamento de física, pongamosle el caso? Eso es imposible, no puede llegar a ese lugar porque por más voluntad que pongam, los posmodernos solamente pueden ver la ciencia como una caja negra extraña. Ellos se enteran de la ciencia por los diarios no por los papers.