viernes, abril 29, 2005

La senda al infierno

Pasada la erupción inicial, satisfechas las ansias inmediatas, recuperado el equilibirio, ahora viene el trabajo. El camino es claro, primero hay que determinar qué es el postmodernismo: quiénes lo integran, cómo está fragmentada la comunidad postmoderna y cuáles son los casos que están en la frontera (los que podrían ser pero no son, o los que casi casi no son postmodernos).

Luego deben encontrarse los vínculos que existen –si es que existen y en que medida– entre las distintas tendencias postmodernas y como se forman. Finalmente hay que descubrir si los vínculos entre estos fragmentos permiten identificarlos como un todo, como un movimiento, y si es así, hay que descubrir qué relaciones tiene con la sociedad que lo cobija.

Determinados los vínculos, la composición y, por lo tanto, el entorno (es decir, aquellas líneas de pensamiento que no integran el postmodernismo pero que lo influyen o que resultan modificadas por él), será más fácil responder la pregunta ¿cual es el rol específico del postmodernismo en la sociedad? (funciones exclusivas del postmodernismo).

Esto es lo que hay que hacer y tomará algún tiempo. La tarea no es fácil, porque identificar escritores posmodernistas es difícil: muchos de ellos, tal vez por presumir originalidad, niegan cualquier filiación. Sin embargo, en tanto objetos de estudio, no hay que hacer caso de su eventual protesta (salvo, claro, que sea fundada).

La senda está dibujada. Veamos como la sigo.

sábado, abril 23, 2005

Confesiones de un posmoderno

Conviene abandonar aquí todo temor; conviene que aquí termine toda cobardía. Hemos llegado al lugar donde te he dicho que verías a la dolorida gente que ha perdido el bien de la inteligencia.
Dante Alighieri, La Divina Comedia, Canto Tercero.

Tembleques engreídos, necesitamos de filosofías que cada día nos recuerden nuestra irrepetible unicidad, pero que no hacen más que disimular la terrible verdad de que no somos otra cosa que humanos simplones fabricados en serie. Todos iguales, como salidos de la misma máquina de hacer chorizos. Pero si alguien nos lo recuerda, nuestra vanidad, idéntica a millones de otras vanidades, estalla furiosa en pequeños y miserables orgullos. Las diferencias que declaramos profundas no son más que insustanciales variaciones de pensamientos revueltos con la misma cuchara.

Nos creemos agudos al criticar defectos del otro, pero lo hacemos porque está de moda y porque la corriente piensa así. Nos vanagloriamos por nadar unos instantes contra corriente, pero somos incapaces de diseñar un río nuevo. Pensamos exactamente igual que quien asentó el dogma y no tenemos facultades para modificarlo; y aunque nuestras herramientas escuálidas resultan inútiles, nuestras lenguas son afiladas. Defendemos banderas en vez de crearlas. Nuestra bitácora es rejunte acrítico de opiniones de la autoridad, y nuestra opinión, en el mejor de los casos, una síntesis. Nos creemos originales, pero no somos más que inventores de agua tibia.

No hay espontaneidad, el pensamiento original no existe, el dogmatismo abunda. ¿Y qué tal si lo que nos vienen machacando desde hace años es falso o irrelevante? No, no puede serlo, gritamos. Porque fábrica de mediocres, nuestra filosofía nos calma diciendo que todo es según el cristal con que se lo mire. Y nos adherimos al eslogan con fuerza, no porque lo hayamos descubierto justo sino porque nos evita el trabajo de pensar.

Como la senda de adecuar nuestras ideas a la realidad es ardua, nos inventamos una realidad a nuestro enano alcance y la llamamos colectivo. Y lo importante no es ya la verdad sino que el otro crea nuestras fantasías. No nos interesa la verdad y en éxtasis delirantes afirmamos que no existe. Y como la mentira es la anti-verdad deliberada, los mentirosos cuentan con nuestra obsecuencia. Además de mediocres y haraganes, también somos inmorales pragmáticos y lo mismo que un día fue verdad porque resultaba útil a nuestros fines, al otro resulta falso si nos entorpece el camino.

Como somos limitados, parcelarios, localizados y provincianos negamos la universalidad, no porque lo hayamos demostrado (no podríamos hacerlo), sino porque las autoridades intelectuales que gobiernan nuestras opiniones lo dijeron antes y nosotros somos fieles y obedientes. En realidad no podemos hacer otra cosa que estar a favor o en contra. Nuestra filosofía no nos da la libertad de elegir.

lunes, abril 18, 2005

Problemas posmodernos

Interesado por descubrir artimañas posmodernas, días atrás se me ocurrió buscar algunos datos acerca del llamado "Affaire Sokal". Es cierto que el tema no es muy actual, pero el ataque sistemático del irracionalismo va en aumento en cada nivel de la cultura y la política, así que me pareció interesante revisar el asunto para empezar por algún lado.

El "Affaire Sokal" es un río de tinta que comenzó con la publicación del artículo "Transgrediendo límites: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica" enviado por el físico francés Alan Sokal a la revista Social Text y termina, si es que ha terminado, con los últimos vehementes comentarios hechos por críticos de todo el mundo -tanto a favor como en contra- del libro "Imposturas Intelectuales" que Sokal escribió con el físico Jean Bricmont.

En "Transgrediendo límites..." Sokal utiliza una impenetrable jerga, que en ese contexto es pseudocientífica, a la usanza de los escritores posmodernistas. Y como ellos, tampoco dice nada en 27 páginas de texto y 12 de referencias. Pero a diferencia de los posmodernos, él no se tomó en serio su propio artículo. Su intención era ver si la revista Social Text, cuna de los Estudios Culturales, publicaba el trabajo a pesar de no tener el más mínimo sentido. El artículo apareció en el número doble 46/47 de la revista dedicado a "la guerra de las ciencias".

San Google arrojó sobre la pantalla de mi monitor una cantidad de direcciones imposibles de atender en el período de una vida humana. Así que rehice mi búsqueda anteponiendo a "Sokal" la sigla pdf. Los archivos con extensión pdf requieren el Acrobat Reader para su lectura y, por lo menos, el Corel para editarlos.

La táctica de la búsqueda era clara: reducir la cantidad de sitios y, a la vez, rescatar los artículos más serios (como todo el mundo sabe, los artículos más serios son escritos por personas que tienen acceso, por lo menos, al Corel). Sin embargo, me encontré con una reseña que hizo el abogado y filósofo argentino Enrique Marí del libro de Sokal y Bricmont, "Imposturas Intelectuales".

En su artículo, Marí pretende demostrar la "condición de autorreferencia asumida por el título" del libro. Con otras palabras, acusa de impostor a Alan Sokal quien, a su vez, había acusado de impostor al núcleo actual del posmodernismo.

Pero el abogado va más allá, denuncia a Sokal de haber actuado con mala fe. Yo no podría asegurar que no hubo mala fe en Sokal, no tuve la oportunidad de preguntárselo. Pero me parece que la acusación de Marí es irrelevante a las tesis de Sokal y Bricmont y oculta uno de los tantos problemas serios del posmodernismo.

En su artículo "Un físico experimenta con los Estudios Culturales", (del que hice una traducción) Sokal se pregunta si los editores de Social Text pudieron "realmente no haberse dado cuenta que mi artículo [Transgrediendo límites...] fue escrito como una parodia". Y creo que ahí está el nudo.

¿Cómo es posible que los editores junto a lo más granado -supongo- de esa moda intelectual en su función de árbitros, no se hayan percatado de la parodia? Aunque Marí nunca lo contesta y prefiere jugarla de víctima, supongamos que está en lo cierto y que Sokal haya actuado de mala fe. ¿Convierte esto a los editores del Social Text y a sus árbitros en personas más perspicaces? ¿Los disculpa de alguna manera?

Aunque Sokal mereciese ir a la cárcel por su horrendo acto vandálico, ¿por qué los filtros normales de una respetada revista dentro del mundillo posmodernista no pueden detener un texto que no tiene sentido alguno? ¿Les habrá pasado alguna otra vez y tampoco lo aclararon?

"Un físico experimenta..." publicado en Lingua Franca, artículo en el que Sokal aclara que todo había sido una broma, primero fue remitido a Social Text pero esta vez los editores sí lo rechazaron argumentando que el trabajo no tenía el nivel requerido para su publicación, de manera que privaron a sus lectores de una suerte de fe de erratas.

¿Hubiera sido posible la inversa? Más allá de condicionamientos morales propios, ¿Podría Marí, imitando el discurso de un físico, publicar un artículo equivalente en la Physical Review Letters o en las más populares Science o Nature? A mi me parece que no, aunque nada está dicho, porque dentro de la ciencia también hay varios ejemplos de impostura. (No obstante Marí, tal vez por no saber de ciencia o quizá porque no quiso a pesar de estar interesado, no citó ninguno de tales casos.)

Luego vienen otras acusaciones ad hominem igual de irrelevantes, tales como la de "triunfalismo epistemológico" de la que, nuevamente, no nos halaga con una definición o con una aclaración del significado.

El argumento que sigue es que Sokal se convierte en «el burlador burlado» porque no fue capaz de darse cuenta de la seriedad y complejidad que supone criticar al relativismo cultural. En este punto me dio la impresión que Marí hacía malabarismo conceptual, porque para respaldar su afirmación incluye dos citas de autoridad, una a Marcelo Dascal un "reputado filósofo" y otra a L.E. Goodman; pero no ofrece argumentos racionales. En resumen, criticar al relativismo cultural es un asunto complejo porque estos dos autores lo dicen, y sanseacabó.

Después Marí afirma que "El libro de Sokal no es sino el espejo del positivismo lógico del Círculo de Viena". Al leer una mención al positivismo lógico por parte un filósofo humanista siempre me pongo en guardia, porque la experiencia me señala (estoy cursando materias en una facultad de periodismo) que los humanistas no saben de qué hablan cuando mencionan al positivismo. Resulta ser una palabra peyorativa que en ese círculo es sinónima de "ciencias duras". En particular, Marí yerra al describir las asignaciones de significado del positivismo.

La verdad, no sé si Sokal y Bricmont son positivistas pero una lectura del libro y, sobre todo, de los artículos "Defense of a Modest Scientific Realism" (En defensa de un modesto realismo científico) y "Ciencia y Sociología de la Ciencia" (del que también hice una traducción al español) da la impresión de que sostienen las posturas del realismo científico (demasiado moderado para mi gusto) y no las del positivismo.

A pesar de todo, estoy de acuerdo con Marí en que el positivismo fue "desactivado". No tengo idea por qué lo hizo el posmodernismo, pero seguramente no por su "estrechez" ni por dejar de lado la metafísica, como asegura Marí, puesto que fue un movimiento filosófico conceptualmente mucho más rico que el posmodernismo y tenía su propia metafísica, cosa que es de dudar del posmodernismo o, al menos, del relativismo cultural.

Algunos científicos que conozco y otros que leí, rechazan el positivismo por su subjetividad intrínseca. El argumento, al que he dado un hachazo feroz, es el siguiente: Según ellos, el positivismo afirma que ninguna sentencia tiene sentido si no se refiere a algo que pueda ser medido (ppio. epistemológico) y que nada existe si no es observado (ppio. ontológico). Claro, si la observación genera la existencia, entonces debe existir algún observador para que el mundo exista. Imagino que si los posmodernistas se enterasen de estas nuevas, quizá se volverían positivistas.

Bertrand Russell se oponía a este segundo principio positivista afirmando que las galaxias existían antes que los astrónomos apareciesen y seguirán existiendo mucho después que la humanidad se extinga. Parafraseándolo, podríamos decir que las sociedades existían antes que el posmodernismo las "interpretara", pero ¿existirán despúes que esta moda intelectual por fin se termine?

Para terminar, Marí asocia subrepticiamente a la "filosofía natural" (en 1660, Newton llamaba así a la física) y las matemáticas con las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki. ¿No sabe, en tanto filósofo, distinguir la ciencia básica de la tecnología y a ambas de la industria, y a las tres del poder político? ¿Fue Einstein o Truman quién decidió tirar las bombas? ¿Los motivos para masacrar a casi 200 mil personas fueron científicos o políticos?

Según los diarios (las bombas estallaron mucho antes que yo naciera) el exterminio tuvo un fin militar (es decir político), y que yo sepa en ningún lado se menciona que haya sido un experimento científico. Marí escabulle la respuesta y, muy suelto de cuerpo, agrega que la manipulación genética "pone a la humanidad en riesgo de sucumbir".

Uno se pregunta ¿qué pruebas tiene? Y ¿por qué ahorra todo comentario de los beneficios que produce la ingeniería genética (una tecnología, no una ciencia)?. Como toda actividad humana basada en conocimiento sustancial, cualquier tecnología puede resultar peligrosa; sin embargo, no es con argumentos sesgados como el pueblo adquirirá el discernimiento adecuado para controlarla.

El argumento que pretende introducir el abogado también ha sido "desactivado" desde hace tiempo por filosofías de la ciencia superiores al rejunte de frases hechas y citas a la autoridad. Pero es posible que esta noticia le haya quedado oculta tras las impenetrables murallas de palabras del posmodernismo. La otra opción, indicadora de mala fe o de impostura intelectual por parte de Marí es, sin duda, más abominable que la ignorancia.

lunes, abril 04, 2005

Bengalas

Las puertas comenzaron a cerrarse, los que estaban delante habían salido y ahora le tocaba a él. No llegaba al metro y medio, era flaquito, tenía ojos saltones y en la escuela le gustaba jugar al rango. Cuando le apretaron la cabeza contra el piso dejó de percibir la última veta de luz sobre las paredes ennegrecidas. Después, unos zapatos brillantes le aplastaron las manos y poco a poco todo se fue apagando. Pronto el salón quedó a oscuras, sólo persistieron los gritos y el olor ardiente del humo rancio. También gritó, pero las puertas no se abrieron.