Pasada la erupción inicial, satisfechas las ansias inmediatas, recuperado el equilibirio, ahora viene el trabajo. El camino es claro, primero hay que determinar qué es el postmodernismo: quiénes lo integran, cómo está fragmentada la comunidad postmoderna y cuáles son los casos que están en la frontera (los que podrían ser pero no son, o los que casi casi no son postmodernos).
Luego deben encontrarse los vínculos que existen –si es que existen y en que medida– entre las distintas tendencias postmodernas y como se forman. Finalmente hay que descubrir si los vínculos entre estos fragmentos permiten identificarlos como un todo, como un movimiento, y si es así, hay que descubrir qué relaciones tiene con la sociedad que lo cobija.
Determinados los vínculos, la composición y, por lo tanto, el entorno (es decir, aquellas líneas de pensamiento que no integran el postmodernismo pero que lo influyen o que resultan modificadas por él), será más fácil responder la pregunta ¿cual es el rol específico del postmodernismo en la sociedad? (funciones exclusivas del postmodernismo).
Esto es lo que hay que hacer y tomará algún tiempo. La tarea no es fácil, porque identificar escritores posmodernistas es difícil: muchos de ellos, tal vez por presumir originalidad, niegan cualquier filiación. Sin embargo, en tanto objetos de estudio, no hay que hacer caso de su eventual protesta (salvo, claro, que sea fundada).
La senda está dibujada. Veamos como la sigo.
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